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Nadie libera a nadie, ni nadie se libera sólo. Las personas se liberan en comunión.

viernes, 14 de noviembre de 2008

HOMENAJE A MANOLO ABRANTE Y FERMÍN.


No he sido un alumno de esos para tirar cohetes y hacer eufóricas celebraciones ni mucho menos, de esos que relucen en las aulas y acaparan el protagonismo del profesorado por dar respuestas musicales para sus oídos, de esos que pertenecieron a la escuela de tod@s y de unos-as pocos-as. Todo lo contrario, una vez ingresé por segunda vez en un instituto ya iba con referencias de maliciosas, viperinas, afiladas lenguas a mis espaldas por rehuir de un pueblo con una escuela con cuantiosas fugas de escape. He sido un alumno, probablemente por tener una familia progresista que no brilla por sus secretismos y falta de espíritu crítico, además de por los conflictos introspectivos característicos de un adolescente, muy crítico tanto con los contenidos como con la vida interna del centro y todo lo que ello conlleva. He dado a mostrar mi parecer cuando me ha venido en gana y no crean ustedes que haciendo uso de la violencia, sino con la tópica vehemencia típica de un chico de mi edad. Entretanto, cualquier manifestación con matices contraculturales que saliera de mi boca hacia emerger un escenario de múltiples conflicos que se desarrollaban tras las puertas de una sala de profesores. Encrucijadas que sumadas a mi pasado, hicieron que no un día muy lejano se me etiquetara y estigmatizara. Ese alumno es conflictivo, pierde fuelle, es incapáz, indisciplinado para su edad,...en fin, era incómodo entre sus filas de educandos.


Era un centro de régimen público que presumía y presume de la alta dotación y capacitación que se les otorga a sus alumnos a través de contenidos. Sus entrañas están configuradas por maestros que, en la inmensa mayoría de ocasiones, se hacían llamar progresistas en cuanto a su corte ideológico. No obstante su metodología era memorística, repetitiva, individualista y demostraban una vez más, que el profesorado acucia graves carencias de formación pedagógica. Se llegaba a escuchar, "yo no estudié para ser tutor así que hagan lo que quieran" o "la orientadora preparó tal o cual cuestionario". Si se les decía una crítica sobre sus clases aburridas, centradas en el libro de texto y/o en una pizarra amartilleada de contenidos inmediatamente demostraban un rechazo absoluto, una capacidad de frustración no propia para la categoría de un licenciado, ya que les encantaban los seres pasivos, receptores de mera información para que luego la volcarlan en un exámen.


En mi innata perseverancia a raíz de un seno familiar coadyuvante inconscientemente y una etapa de desarrollo conflictiva que fue reforzando mi insolencia provocó que paulatinamente se fueran minando mis esfuerzos hasta hacérmelo pasar francamente mal. No es agradable para un alumno con aspiraciones académicas repetir, ser ignorado, criticado, maltratado,...Pero por fin, llego una luz a mi vida, un profesor de inglés llamado Manolo Abrante. Manolo fue mi tutor durante mi último curso en mi etapa de instituto. También con sus carencias pedagógicas pero con una fuerte predisposición a defender al más débil de las injusticias, así hacía público su método que lo denominaba "el cuerpo a cuerpo". Método, según él, que consistía en que durante el curso te abriría las orejas a la fuerza sin ningun reparo y de forma personalizada para que consiguieras salir de cualquier embrollo. Era consciente de las dificultades que tenía académicamente que hacer frente y las colaterales que se aglomeraban -un conjunto de profesores incomodados conmigo- haciendo presión contra mis destrezas, aptitudes, conocimientos, autoestima,etc. No comulgaba con los demás profesores - algo que le agradezco profundamente- en la tarea de hacerme mi vida académica imposible. Tal era el rechazo que suscitaba que le costó encararse con pequeños colectivos de domesticados profesores-as. Sin embargo supo imponerse y actuar en los momentos precisos junto conmigo para que pudiera salir de aquel exacerbado "marcaje" al que estaba sometido logrando así, que consiguiera acceder a la Universidad. Si no hubiera sido por su incondicional apoyo -aunque parezca una película de suspense- no habría podido lograrlo y es por esa cuestión, que he aprovechado éste espacio para agradecérselo de todo corazón mandándole infinitas margaritas blancas y mucha suerte en su vida profesional.


Posteriormente, con un pie en la universidad, aspiraba acceder a la carrera de psicología con la seguridad de que esa era mi vocación en un futuro. Pero las cosas se tornaron ya que no conseguí plaza y tuve que ingresar en la titulación de pedagogía. De manera accidentada accedí a ella y descubrí una ciencia que apoyaba, en gran medida, todo aquello que había venido defendiendo hasta entonces. Al año siguiente me dieron plaza en la licenciatura de psicología y decidí ingresar. Cuando terminé el curso no me cupo la menor duda, de que dejar en la desidia la pedagogía no había sido buena idea, no porque me pareciera poco interesante la psique, sino porque mi perfil, mi vocación estaba destinada a ser educador a pesar de todas las dificultades que entraña en lo que respecta a la dimensión laboral. Entonces, resulta que al intentar retornar a mi querida y antigua carrera habían puesto nota de corte y no había hecho ningún tipo de preinscripción cuyo plazo ya había caducado. ¡No querían volverme dejar acceder a mis anhelos educativos bajo ningún concepto!, pues la burocracia, ya lo decía Max Weber, es muy poderosa. Así pues, sin ningún reparo, haciendo uso de todos los recursos obtenidos a través de años trabajando -e incluso abandonándome- mis pasiones y espíritu crítico, con una presión que hacía que cada músculo de mi cuerpo no abandora la rigidéz, aprete los dientes y me dispuse a ponerme en marcha. Era momento de luchar contra una injusticia que se estaba cometiendo contra mi persona de forma impune. Yo por esos fatídicos momentos ya había superado bastantes asignaturas de la carrera de pedagogía y no entendía cómo así, no podía retornar, ¿es que acaso si alguien deja de estudiar por cuestiones laborales tiene que pasar un flitro para retomar sus estudios?. En primer lugar fui al SOPA, luego al Departamente de Preinscripciones y por último al despacho del que entonces era jefe de estudios, Fermín. Tengo que reconocer que es uno de los profesionales más competentes, comprometidos y humanos que he conocido en mi vida. Con él, volví a creer en que hay personas buenas en este mundo deshumanizado. Enseguidas se puso en marcha para solucionarme el problema, estaba totalmente convencido de que tenía razón y de que había un vacío en el marco legal que podía poner remedio a la situación. Mientras yo - imagínense ustedes - estaba sin perder la compostura pero bastante asustado, ya que si no lo conseguía me iba a llevar perder un año lectivo. Después de una semana y media, entre que el Vicerrector firmara un Decreto y accediera la Secretaría de la Universidad( éste último es un ente independiente) a aceptarme o que se negaran y tuviera que ir a juicio y consecuentemente arriesgarme a perder un año sin estudiar, lo pase muy mal, probablemente de los peores momentos de mi vida. Pero la luz y la calma llegaron y por fin conseguí que accedieran, y más vale tarde que nunca, logré entrar el segundo año de carrera. Asimismo, mandaron una circular para que todos aquellos alumnos-as que se vieran en la misma situación no sufrieran lo que padecí. Por eso, al igual que a Manolo, aprovechar para darle de nuevo, mi más profundo agradecimiento y mandarle un enorme manojo de margaritas blancas.


En conclusión, hay que luchar por lo que uno cree aunque sea una utopía y/o incluso, en muchas ocasiones, una estupidez . Y a pesar de que exista gente poco real con lo que predica, contradictoria y con afanes individuales, también hay personas en las que creer, en las que confiar, pues hay muchas personas válidas, competentes, sociales y humanas en el sistema vigente. Y es con ellos con los que tenemos que unirnos en una batalla social e intelectual común para una correcta transformación social en pro de la humanidad.

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